Tom Curren
La trascendencia de este surfista norteamericano supera con creces los logros que consiguió a lo largo de su carrera deportiva y ello a pesar de que se proclamó en tres ocasiones campeón del mundo y ostenta, con siete, el mayor número de victorias en un solo año dentro del circuito. La implicación en las causas sociales y políticas de la época (fue especialmente relevante su posición frente al apartheid en Sudáfrica) y su enfrentamiento con la industria que empezaba a crecer, tanto en Estados Unidos como en Australia, convirtieron a Curren en una auténtica leyenda.
De hecho, en 1987, después de ganar dos títulos mundiales consecutivos, se retiró. Estaba cansado de la competición, de ser el centro de atención durante cerca de una década. Se asentó en Francia y empezó a viajar por el mundo buscando nuevos lugares con los que disfrutar de las olas. Su «desaparición» sembró el mito, que brotaría dos años más tarde, cuando regresó al circuito profesional y se coronó de nuevo, en 1990, como el mejor surfista del planeta, compitiendo en todas las pruebas desde las eliminatorias preliminares. Ese mismo año fundada Surfrider Foundation Europe.
A Pantín llegó por primera vez en 1995. Ya había abandonado la élite del surf y sólo competía en las pruebas que le apetecían. «Se quedaba en una casa rural de Valdoviño y preguntó si podía ir patinando hasta Pantín», recuerda Gonzalo Casal «Súper», que trabajaba en la organización de la prueba durante aquella edición. En aquella visita se quedó maravillado con las puestas de sol de la comarca y con los paisajes que se dibujan desde la costa.
Tras 1995, volvería en 1997 y 2010, aunque nunca consiguió el triunfo.